Mucho se ha hablado desde hace ya algunos años del choque cultural inverso, que para quien no esté familiarizado con la expresión, se puede resumir de la siguiente manera:
Es el impacto psicológico que tiene una persona cuando regresa a su país o ciudad de origen, después de haber vivido en un lugar distinto durante un periodo largo de tiempo.
Ref: PsicoTip
Después de viajar por bastantes lugares y haber vivido por largos periodos de tiempo en cuatro países diferentes (Irlanda, Colombia, México y España), puedo afirmar que a mi esto del choque cultural inverso no me aplica, y que si alguna vez lo hizo, lo tengo más que superado.
Según como yo lo veo, mi hogar no lo conforman el lugar temporal (un apartamento en cierta ciudad de cierto país), las circunstancias temporales (trabajo, vacaciones, etc.), ni la familia y amigos (excluyendo mi mujer e hijas). Para mi, mi hogar, lo conforman justo eso último que menciono, mi mujer e hijas. No importa donde estemos o que estemos haciendo, mi corazón les pertenece a ellas, y ellas son las que me provocan esa sensación de hogar, de estar con lo que de verdad importa. Como dice en el colgante decorativo que tenemos en nuestra caravana (y que nos regaló mi hermanita Ana): Home is where the heart is (El hogar es donde está el corazón).
Antes de que se me olvide, quiero aclarar que, si bien el resto de mi familia y amigos no forman parte de mi hogar, si son muy importantes también, y nos acompañan en la distancia allá donde nos encontremos.
Dicho esto y volviendo al tema anterior, creo que queda claro porque a mi esto del choque cultural inverso ni me va ni me viene. Esa sensación de “volver a casa” no me aplica desde hace ya mucho tiempo, por lo tanto, no me afecta el moverme de un lado a otro, siempre que mis tres amores estén conmigo. Y no me entendáis mal, eso no quiere decir que no eche de menos personas, lugares y cosas de los lugares donde he vivido. Es solo que no son parte esencial de mi hogar, y por suerte, gracias al mundo globalizado donde vivimos, siempre se puede recurrir a diferentes opciones tecnológicas para mantener el contacto a distancia con la familia y amigos, o si incluso se echa de menos alguna delicatesen, es difícil que la mayoría de ellas no las encuentres en cualquier gran ciudad del planeta.
Ya finalizando, y volviendo al título de este post, esa sensación de “huésped en tu propia casa” de la que quería hablar, surge a raíz de un comentario que me hizo el otro día mi mujer al regresar a nuestro apartamento de El Puerto, después de haber estado viviendo en la autocaravana por varios días. Me dijo que se sentía rara volviendo, que no le parecía estar regresando a casa.
Es algo que muchos habrán experimentado al mudarse. Ya sabes que te vas pero aún no lo has hecho, y tu antigua casa parece algo del pasado, algo que ya no te pertenece. Pero realmente, si lo piensas bien, te darás cuenta de que es solo un lugar más, un objeto, algo material. No es tu hogar, ya que tu hogar, así como tu corazón, siempre va contigo.